• ¿Un evento natural puede convertirse en un desastre?
    1 de noviembre de 2022

    ¿Un evento natural puede convertirse en un desastre?

    Cómo la acción humana provoca los “desastres naturales”

    Por Karina Torres Torres

    Imagen de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés)

    ¿Sabías que cerca de 6,800 eventos naturales ocurren cada año alrededor del mundo?

    Un evento natural se refiere a cambios ocurridos en la naturaleza que suceden sin intervención humana. Estos fenómenos se clasifican en cuatro categorías: Los meteorológicos, como las olas de calor, los huracanes, las lluvias torrenciales y sequías; los geofísicos, como los terremotos, deslizamientos y las erupciones volcánicas; los hidrológicos, como los tsunamis y las inundaciones; y los biológicos, como las epidemias y pandemias.

    De estos eventos naturales, los hidrológicos acaparan la mayoría de los desastres ocurridos a nivel mundial, específicamente las inundaciones. De hecho, las inundaciones y tormentas representan el 71% de los “desastres naturales” ocurridos desde 1990.

    Sin embargo, no todo evento natural es un desastre.

    Cuando decimos “desastre natural” nos referimos a un evento normal dentro de la naturaleza que – a consecuencia de la acción humana – ha sido proporcionado con ciertas condiciones que empeoran y/o aceleran la forma en que se manifiesta.

    El Antropoceno

    Aunque los eventos naturales son – como bien dice su nombre – naturales y normales, muchos de los desastres son provocados y acelerados por la sociedad. A esto se le llama ‘impactos antropogénicos’ (provenientes del ser humano), que hace referencia al concepto de la época geológica del Antropoceno que comienza con los primeros impactos del ser humano en la Tierra.

    Los impactos de la sociedad en el ambiente se observan de distintas maneras, y es a través de muchas de ellas que aportamos al mismo cambio climático que, consecuentemente, empeora los eventos naturales.

    Veamos algunas causas y efectos de los “desastres naturales”:

    La emisión de gases de efecto invernadero: Mediante acciones humanas – desde cotidianas a industriales – se generan gases que calientan la atmósfera y causan una alteración en el clima. El cambio climático provoca que los eventos naturales, como las sequías y los huracanes, aumenten en frecuencia e intensidad debido a estas alteraciones. 

    Explotación de recursos naturales: Esta conducta allana el camino hacia la degradación ambiental y provoca una reducción en la efectividad y respuesta de los ecosistemas esenciales. Por ejemplo, los mangles sirven como barrera natural ante la marea, eliminarlos aumentaría el riesgo de inundaciones y erosión.

    Mala planificación urbana: La falta de un desarrollo adecuado de infraestructura y servicios puede provocar que un evento natural se convierta en un desastre. Un ejemplo de esto es la vivienda insegura, infraestructura vieja, falta de mantenimiento de alcantarillas, y la falta de prevención, respuesta y mitigación.

    Por lo tanto, debemos ser conscientes que nuestras acciones tienen consecuencias que no tan solo impactan al medio ambiente, sino también el bienestar colectivo.

    De hecho, es ante el aumento de eventos naturales más frecuentes y extremos – que entonces se convierten en desastres – que las comunidades empobrecidas y subrepresentadas continúan siendo las más vulnerables a los impactos, lo que aumenta la brecha de desigualdad.

    Puerto Rico ante los “desastres naturales”

    Los acontecimientos que han ocurrido en los últimos años en Puerto Rico – como el Huracán María en 2017, los terremotos en 2020 y, recientemente, el Huracán Fiona – son ejemplos de cómo un evento natural fácilmente se puede convertir en un desastre sin la intervención adecuada.

    Siendo una isla en el Caribe, Puerto Rico se encuentra en una posición de alta vulnerabilidad y susceptibilidad a riesgos naturales. Estamos más expuestos a las inclemencias del cambio climático, como: el aumento del nivel del mar; la erosión costera; los terremotos; las olas de calor; mayores inundaciones y peores eventos atmosféricos. 

    Pero, debemos reconocer que todas estas situaciones son agravadas por la inacción en la prevención, respuesta y mitigación.

    La prevención y la mitigación son todas las acciones que hacemos para asegurarnos de que no suceda un desastre o, si sucede, que no nos perjudique tanto como podría hacerlo.

    No es secreto que en Puerto Rico existe una falta de interés cuando se trata de riesgos naturales, mostrado cada día mediante actividades como la falta de mantenimiento de infraestructura, la construcción costera, no respetar el Plan de Uso de Terrenos del 2015, la pobre coordinación de respuesta ante emergencias, y mucho más.

    Un “desastre natural” implica que sus efectos superan la capacidad local. En Puerto Rico, hemos podido ver esto mediante las 4,645 muertes a causa del Huracán María, los cortes de servicios básicos como la luz eléctrica y el agua potable, y los derrumbes de infraestructuras como puentes, carreteras, hogares y escuelas. Debido a consecuencias como estas, es necesario que nuestra preparación y respuesta ante los “desastres naturales” sea atendida con la urgencia que amerita.

    No se trata de ser resiliente; se trata de prevención, respuesta y mitigación.

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