EL Nuevo Día – Punto de Vista
Por Abel Vale
Será difícil olvidar este inicio del año 2020 que recibimos en medio de una secuencia de temblores de tierra que nos mantienen en vilo.
Por primera vez en la última década, la actividad sísmica causa pérdidas mayores y hasta de vidas en el sur de Puerto Rico, impactando incluso nuestras zonas kársticas, como la desaparición de Punta Ventana en Guayanilla, un paisaje icónico en ese litoral.
Evidentemente, urge atender la emergencia y el dolor de nuestros hermanos, a la vez que nos preparamos para otros eventos, pues los sismos no avisan ni podemos predecir su magnitud. Pero, además, debemos ver en esta situación una oportunidad para entender que, por más que queramos, no podemos seguir tratando de dictarle pautas a la naturaleza. Nos toca cuidarla y respetarla, usando, pero no abusando de sus recursos.
El paisaje que se perdió en Punta Ventana es parte de nuestro karso, el que precisamente se formó cuando sismos como los de estos días elevaron a la superficie sedimentos de organismos marinos en roca caliza. Nuestro karso, que además alberga la mayor variedad de biodiversidad de la isla, es también el guardián de los acuíferos que suplen agua a cientos de miles de residentes de Puerto Rico.
Los científicos de primer orden que tenemos en Puerto Rico han demostrado en múltiples ocasiones el grave error que cometemos al gestar cambios como los propuestos por agencias como la Junta de Planificación y otras a nuestros mapas de zonificación y calificación. No podemos controlar los sismos, pero sí acciones arbitrarias e irresponsables como estas.
Cada vez que intentamos alterar caprichosamente nuestro karso para atender intereses particulares y hasta políticos, estamos actuando temerariamente, arriesgando un recurso vital para nuestra población. Por eso, urge que además de prepararnos para evitar daños a la vida y a nuestras estructuras, atendamos con premura los asuntos de planificación que garantizan la protección de nuestros sistemas naturales, labor que ha sido nuestro norte por los pasados 25 años.
Creemos conciencia sobre la urgencia de salvar el karso y todos los sistemas naturales que proveen servicios gratuitos y que debemos legar en igual o mejor estado a las generaciones futuras. No permitamos que nuestras acciones causen la desaparición de vidas, historias y paisajes. No es un asunto de ambientalistas, es un asunto de planificación responsable.
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